REVISTA AMEREIAF

63 procesos técnicos y operativos, dar atención a las inquietudes de las IES, y, recientemente, mantenerse vigentes frente a los embistes derivados de la contingencia sanitaria, así como de las limitaciones presupuestales que en la actualidad caracterizan a la educación superior. En sus décadas de vida, y aún a pesar de las críticas que en la academia se plantean hacia los organismos que fundamentan estas evaluaciones, es claro que han permitido una legitimación socio-académica de las instituciones y programas académicos. El contexto de la educación superior sigue su curso de modificación y adaptación a realidades, demandas y temas emergentes, que van estableciendo la agenda y modificando la identidad universitaria. En el tema de evaluación, se mantiene como el elemento hegemónico para la toma decisiones y de retroalimentación a nivel de planeación institucional; sin embargo, ¿qué tanto la visión de este tipo de organismos ha buscado adaptarse a estos nuevos contextos? Ya en otros espacios (Jiménez y Ponce, 2020; Jiménez, 2019) se ha expuesto la manera en que las evaluaciones de índole institucional y académica requieren de una revisión importante de sus fundamentos y marcos conceptuales, así como de sus intenciones respecto a la realidad actual de la educación superior. En los años noventa, instituciones como el CENEVAL, los CIEES y COPAES establecieron una pauta de trabajo en la cual la evaluación se volvió el referente frente al cual había que dar respuesta; fungiendo como la norma o estándar respecto a las formas de trabajo y persecución de objetivos institucionales que las IES debían perseguir. Sin embargo, la evaluación institucional debe virar, dejar de ser el estandarte en el cual las IES buscan ajustarse, construyan modelos de trabajo y metodologías que den respuesta a las necesidades de las instituciones a las cuales dan servicio, mismas que se encuentran caracterizadasporsudinamismo,suorientación a la calidad, su compromiso con los grupos vulnerables y por las diversas prácticas con las que refrendan su responsabilidad social. El contexto cambia, no solo en términos de empleabilidad de egresados y necesidades de atención social (que son factores importantes para buscar modificaciones de planes curriculares y mantener la vigencia formativa en las aulas). Esto también sucede a partir de políticas federales, temáticas de investigación e incorporación de temáticas emergentes, a las cuales las universidades buscan adaptarse de manera continua. La evaluación no puede quedarse aislada en la tarea de precisar formas técnicas de realizar su trabajo, o bien, de generar indicadores (Acosta, 2020). La cultura de la evaluación no debe bastarse solo con la aceptación de este tipo de ejercicios y su incorporación a la vida institucional, sino que se debe procurar que la evaluación también se adapte a los cambios contextuales. En este sentido, la evaluación institucional y académica no son procesos enfocados solo en la generación de indicadores sino que deben dar respuesta a su contexto, el cual demanda una mayor participación de las IES que permita responder a las necesidades de retroalimentación que éstas requieren. Esto permitirá que las instancias evaluadoras abonen a la función de rendición de cuentas y deresponsabilidadsocialquelas IESdemandan en tiempos actuales. Ahora, más que nunca, en la que los agentes educativos se caracterizan por ser abiertos e interconectados, orientados a su adecuación al contexto más que por una aspiración a la competitividad, los modelos de evaluación deberán adaptarse a los nuevos tiempos de interrelación institucional.

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