REVISTA AMEREIAF
62 con que se dispone. Elementos como los antes expuestos han sido objeto de discusión en múltiples foros de investigación educativa, ya sea por el planteamiento técnico que subyace a cada evaluación, al valor que los resultados aportan a las IES, a su contribución a los procesos de rendición de cuentas, o bien por el papel que juega la autonomía institucional frente a demandas de agencias de evaluación externa. Las críticas a este tipo de evaluaciones reflejan, principalmente, una dificultad de plasmar la realidadparticulardecada institucióneducativa en los resultados obtenidos –reto técnico importante para las agencias que realizan estas evaluaciones–, además de generar un conjunto amplio de indicadores que condicionan a las IES a orientar sus procesos académicos en respuesta a las demandas de agentes externos, más que a las necesidades palpables de sus procesos internos. Al respecto, cabe recalcar que la posibilidad misma de desarrollo de evaluaciones externas como medio regulador de la rendición de cuentas –en términos económicos, académicos y sociales–, se fundamenta en la idea de la competitividad. El recurso ideológico de la competitividad se basa, necesariamente, en un método de comparación entre instituciones y programas educativos, ello como reflejo del potencial de cada agente o institución como factor de desarrollo económico y social a nivel nacional. De esta manera, independientemente de las condiciones y formas de operación técnica de estas evaluaciones, el fundamento que las legitima como válidas es la competitividad institucional (manifiesta en el número de programas educativos acreditados, en el número de profesores de tiempo completo en el SNI, en el número de estudiantes con resultados aceptables en el EGEL, en el número de programas educativos en el PNPC, entre otros). Nopodemosdejarde ladoel factorde rendición decuentasyresponsabilidadsocial.Al respecto, es claro que las IES deben dar respuesta a demandas que no solo se fundamentan en procesos de competitividad. Esto no es baladí: implica que la educación superior no solo esté supeditada a los intereses macroeconómicos del país –como se ha caracterizado los últimos años–, sino que también pretenda mantenerse cercana a las necesidades sociales de su contexto y a ser sensible a las necesidades de inclusión y diversidad, entre otros elementos. La cultura de la evaluación institucional y académica está bien afianzada dentro de las IES en todo su espectro y diversidad lo que ha propiciado que el personal administrativo y académico se encuentre habituado a buscar formas de dar respuesta a demandas de esta naturaleza. Sin embargo, las necesidades sociales y las dinámicas de la educación superior poco a poco presionan para ajustar las formas de trabajo dentro de las instituciones para entornos cambiantes –clara prueba es el ajuste abrupto que requirió la gestión y la didáctica por la contingencia sanitaria–, y, por ende, la visión de la evaluación necesariamente tendrá que modificarse. Todos los ejercicios de evaluación previamente citados tienen más de veinte años de vida, entre los cuales se han esforzadopor refinar sus
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